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La Malinche; El volcán que esconde tesoros

Actualizado: 21 abr



La Matlalcueye (náhuatl: "Dueña de la falda verde"), mejor conocida como La Malinche o Malintzin. Se ubica entre los estados de Tlaxcala y Puebla, México. Con una altura de 4,420 metros sobre el nivel del mar, se convierte en la quinta montaña más alta de México. Parte del Eje Neovolcánico, es un volcán sísmicamente activo y se estima que se formó hace 25 millones de años.


¿Matlalcueye o Malinche? No es lo mismo...Si bien la mayoría de la gente conoce a este volcán como La Malinche, su nombre original es Matlalcueye y aunque son muy parecidos...no tienen nada que ver uno con el otro.


La diosa del agua, Chalchiuhtlicue o Matlalcueye


Frecuentemente llamada la esposa de Tlaloc, Matlalcueye fue una diosa muy importante del centro de México. Junto con los dioses del maíz y de la tierra pertenecía a un especie de trinidad que sintetizaba el tema de la fertilidad. Se asociaba con el jade y la turquesa, cuyos colores en el pensamiento mesoamericano simbolizaban la vegetación exuberante y el agua de cuya existencia dependía.


Íntimamente conectada con las deidades de la lluvia y del agua se encontraban aquellas cuyo dominio era el viento, fuerza que mandaba las nubes a través del paisaje sediento de México. Para los tlaxcaltecas, el volcán era una manifestación de esta deidad, un lugar sagrado donde se realizaban rituales para pedir buenas cosechas y protección. La cultura Teotihuacana hizo asentamientos en sus cercarnías por lo cual fue parte de importantes rutas comerciales prehispánicas.

 

Fuente: Esplendor del México Antiguo. Varios autores. Edit. del Valle de México


Representación de la diosa Matlalcueye

Leyendas entrelazadas


La Malinche (también conocida como Malinalli, Doña Marina o Malintzin) fue una mujer indígena nahua que jugó un papel crucial en la conquista de México por los españoles. Nacida en la región de Veracruz, fue capturada y entregada a los españoles como esclava. Dominaba varias lenguas indígenas, lo que la convirtió en una intérprete invaluable para Hernán Cortés. Gracias a ella, los españoles pudieron comunicarse con los pueblos indígenas y forjar alianzas. Su conocimiento de las costumbres y la política de los pueblos indígenas la convirtió en una consejera estratégica para Cortés pues facilitó la interacción entre las dos culturas, actuando como puente entre los españoles y los indígenas.


La figura de La Malinche ha generado debates y controversias a lo largo de la historia. Algunos la ven como una heroína que luchó por su supervivencia, mientras que otros la consideran una traidora. Su nombre se ha convertido en un adjetivo para referirse a las personas consideradas traidoras a su país o a sus raíces (Malinchista) . Con el tiempo, su nombre se asoció al volcán, y su figura se convirtió en un símbolo complejo y controvertido.


La leyenda cuenta que Malintzin, después de sentirse traicionada por Cortés, huyó a la montaña y se convirtió en una deidad. Se dice que el volcán sirvió como refugio para Malintzin, quien buscaba escapar de los españoles y encontrar paz. Sin embargo, también se le considera un castigo por su colaboración con los conquistadores.


El volcán, como símbolo de la naturaleza, representa tanto la fuerza creadora como la destructiva. Esta dualidad se refleja en las leyendas, donde Malintzin es vista tanto como una diosa benéfica como un espíritu vengativo.


La Malinche

Las procesiones al volcán


Los cultos y procesiones en torno a los volcanes fueron tradiciones tan fuertemente arraigadas a las culturas prehispánicas que aun con la conquista de los españoles prevaleció. Fray Toribio de Benavente o Motolinía en su Tratado I, capítulo X de la Historia de los Indios describe los rituales celebrados en la cumbre de la montaña:


"Había en esta ciudad de Tlaxcalla, entre otras muchas fiestas, una al principal demonio que ellos adoraban, la cual se hacía en el principio del mes de marzo de cada año porque la que se hacía de cuatro en cuatro años, era la fiesta solemne para toda la provincia, más esta otra que se hacía llamábanla año de dios. Llegado el año levantábase el más antiguo ministro o Tlamacazque que en estas provincias de Tlaxcallan, Huexotzinco y Cholollan había, y predicaba y amonestaba a todos, y decíales: “Hijos míos: ya es llegado el año de nuestro dios y señor; esforzaos a servir y hacer penitencia: y el que se sintiese flaco para ello, sálgase dentro de los cinco días; y si se saliere a los diez y dejare la penitencia, será tenido por indigno de la casa de dios, y de la compaña de sus servidores, y será privado, y tomarle han todo cuanto tuviese en su casa”. Llegado el quinto día tornábase a levantar el mismo viejo en medio de todos los otros ministros, y decía: “¿Están aquí todos? Y respondían: Sí (O faltaban uno o dos, que pocas veces faltaban) Pues ahora todos de buen corazón comencemos la fiesta de nuestro señor”. Y luego iban todos a una gran sierra que está de esta ciudad cuatro leguas, y las dos de una trabajosa subida, y en lo alto, un poco antes de llegar a la cumbre, quedábanse allí todos orando, y el viejo subía arriba, donde estaba el templo de la diosa Matlaluege, y ofrecían allí unas piedras, que eran como género de esmeraldas, y plumas verdes grandes, de que se hacen buenos plumajes, y ofrecía mucho papel e incienso de la tierra, rogando por aquella ofrenda al señor su dios y a la diosa su mujer, que les diese esfuerzo para comenzar su ayuno y acabar con salud y fuerzas para hacer penitencia. Hecha esta oración volvíase para sus compañeros y todos juntos se volvían para la ciudad.

También Francisco Xavier Clavijero en su obra Historia Antigua de México escribe respecto al ritual que ahí era efectuado. 24. Penitencia célebre de los Tlaxcaltecas. (Libro VI)


Era también muy celebrado en aquella tierra el ayuno de tlaxcaltecas y la penitencia de sus sacerdotes en el teoxíhuitl o año divino, en el cual hacían una solemnísima fiesta a su dios Camaxtle. Llegando el tiempo convocaba a todos los tlamacazques o penitentes su jefe conocido entre ellos con el nombre de achcauhtli, y les hacía una grave exhortación a la penitencia, intimándoles al mismo tiempo que el que no se sintiese con fuerzas suficientes para practicarla, avisase dentro de cinco días, porque si pasado ese término y comenzando una vez el ayuno flanqueba y se volvía atrás, sería tenido por indigno de la compañía de los dioses, sería privado del sacerdocio y despojado de toda su hacienda.
Pasados los cinco días que se concedían para deliberar, subida con todos los que se hallaban animados a la penitencia, que solían ser más de 200, al altísimo monte Matlacueye, en cuya cumbre había un santuario dedicado a la diosa del agua. El achcauhtli subía hasta la cumbre a hacer su oblación de piedras preciosas, de plumas bellas y de copal, y los demás quedaban a la mitad de la subida en oración, pidiendo a su dios fuerzas y aliento para la penitencia. Bajaban del monte y se hacían fabricar navajas de iztli y un gran número de varillas de diferente grosura... se hacían un agujero en la lengua para entrar por el las varillas que tenían preparadas.

Hipótesis de las rutas de ascenso prehispánicas a La Malinche, ortofoto georeferenciada,retícula de 1000 metros en coordenadas UTM.

Tesoros ocultos en el Matlalcueye


Los mitos y leyendas sobre tesoros escondidos son parte fundamental del folclore asociado a muchos volcanes, y el Matlalcueye no es la excepción. Estas historias, además de ser entretenidas, reflejan la fascinación del ser humano por lo desconocido y la búsqueda de lo valioso.


Aunque no existe evidencia arqueológica concreta que respalde estas historias, las leyendas sobre tesoros escondidos en el volcán Matlalcueye son muy populares. Se dice que en las profundidades del volcán, o en alguna de sus cuevas secretas, yacen riquezas acumuladas por antiguas civilizaciones.


La leyenda más común habla de grandes cantidades de oro, plata y joyas, que habrían sido ocultadas por los indígenas para protegerlas de los conquistadores españoles. Se dice que en el volcán también se esconden objetos ceremoniales de gran valor espiritual, como ídolos, máscaras y ofrendas.


Algunas leyendas sugieren que en las profundidades del volcán se encuentran códices y otros documentos que contienen conocimientos ancestrales sobre medicina, astronomía y otras disciplinas.


La figura de Matlalcueye, como la de La Malinche, es un reflejo de la complejidad de la historia y la identidad mexicana. Ambas representan una dualidad fascinante: la deidad venerada y la mujer real, la traición y la lealtad, la divinidad y la humanidad. Su legado continúa inspirando debates y reflexiones sobre nuestro pasado, invitándonos a cuestionar nuestras propias narrativas y a construir una visión más completa y justa de nuestra historia.


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